TE VI BAILANDO
Te vi bailando y me enamoré de ti. Me enamoré de ti... y menos mal que lo hice, pues si no hubiera captado y grabado esa imagen tuya bailando en la cabeza nunca hubiese encontrado, por aquel tiempo, la auténtica definición de belleza. Bailabas, y no sé qué tipo ni paso estabas realizando, pero al bailar tu figura se movía y balanceaba etérea sobre una sensualidad calentada por una llana pero simple lumbre que, además, acompañando a tus movimientos, hacía que tu pelo -tus cascadas antaño tan sumamente observadas- creara una escultura en el aire que recordaba a uno de esos tangos gauchescos celebrados en un nocturno ambiente nostálgico.
Fue una historia barata, una monótona cadena de sentimientos de la cual, al margen de que hayan pasado muchos meses, todavía recuerdo esa gota de perfume que rodeó las palabras de nostalgia. Aún recuerdo y disfruto, sólo cuando el mundo se calma, de aquellos ardores y de aquellas ansiedades que se dibujan en las nubes ahumadas de la tarde; y no cesan nunca los sonidos que me preguntan qué hubiera pasado si la realidad de mis ojos se hubiera hecho carne.
Lo que nunca me imaginé es que, más allá del telón de mi vista, existía una realidad completamente real y, paradójicamente, más bella que mis pensamientos. Mi corta senectud encontró la verdadera pureza de la vida. Pero, no sé cómo ni quiero ni saberlo, el aire sopló las dunas del mundo y todo se esparció implícitamente por las hojas verdes y amarillas de los árboles.
Fue una tontería del tiempo, pero fue algo realmente hermoso. No puedo permitir que se olvide, por lo que las palabras serán el tapiz bronce que dará la inmortalidad a aquel baile de antes del verano. Tengo que escribirlo, es absolutamente necesario.
Sergio García.
No hay comentarios:
Publicar un comentario